martes, 30 de octubre de 2007

El cambio

En la nueva casa de mi nueva ciudad en mi nuevo país, el domingo por la tarde faltaban cuchillas de afeitar. Como sabéis, es imposible sobrevivir a un domingo cualquiera sin cuchillas de afeitar. Por eso, cuando nos dimos cuenta de la carencia, Eseque y yo no tardamos mucho en salir disparados al conocido centro de abastos para el hogar que nos pilla a mano.

Eseque y yo parecemos primos pero no lo somos. Él es una persona par y yo soy impar. Supongo que eso es lo que nos salva y nos protege. Aún así estamos en esa etapa de la vida y de las historias en la que ir a hacer la compra de la mano nos parece una aventura tierna y emocionante que, como todo lo demás, superaremos juntos. Ooooh (sí, ¿qué pasa?, ¿tú aún no has tenido la suerte de que te suceda o qué?).

Pero a veces, apreciado lector, la vida te deja loco donde menos te lo esperas. Entre la sección de congelados y productos higiénicos, en este caso, la de bebidas alcohólicas, gentil cartel made-in-Disco impedía el paso mientras explicaba la razón fundamental por la que TÚ, que ya hace casi una década superaste los 16, veías frustrados tus anhelos de Quilmes en vena.

Hoy no va a poder ser pequeña Esaque, disfruta rememorando lo poco que no has idealizado de esos 16 que hoy te saben mejor de lo que en verdad supieron, o esos años 20 americanos que en la primera plana de tu imaginación sólo suenan a Billie Holiday. Cálmate, amansa tus descerebradas ganas de preguntar por el porvenir de los que no tienen la obligación de votar. Tranquilita. Respira, como te pongas en este plan también por fuera, adaptarte al cambio nos va a llevar eones.

Y es que la vida en el país de las palabras amables no está para dejar las oportunidades pasar. En vísperas en las que el impudor de la democracia se ve coronado por la izquierda de Calvin Klein, Eseque y yo volvimos a nuestro nido acorazado por el virus de la gripe, de nuevo sin cuchillas, otra previsible medida preelectoral a fin de que los argentinos y argentinas tomen, sin cuento y sin excusa, la mejor alternativa para su futuro (y para el de algún gallego que decidió poner su vida boca abajo), sin derecho a tan baratas razones como las universales consabidas “no, si en verdad yo no quería hacerlo, es que estaba borracho”. Ya sí claro. A ver ahora cuantos litros y navajas nos lleva enmendar 25 horas de ley seca.

Primeros saludos desde el culo de los blogspot,

Esa que desde agosto ve amanecer cinco horas después.

Buzzear (ES)