martes, 26 de febrero de 2008

Mi padre

Cafetería. Interior. Día. Mucho calor.

Eseque vuelve de comprar tabaco mientras Esaque pide el desayuno a la camarera.
Sentados, uno frente al otro, se disponen a leer los periódicos.

Esaque: Estoy contenta. Hicimos muy bien viniendo.

Eseque: Sí hicimos muy bien, cosita. Rosario vale la pena.

Esaque: Ya, y V. y su novia son tan agradables. Yo cada vez que V. abre la boca me descojono.

Eseque (con sonrisa burlona): Menos cuando habláis de Sánchez Dragó.

Esaque (forzando el semblante digno): Bueno claro, es que ese es un asunto muy serio.

La camarera se acerca con el desayuno. Apoya la bandeja sobre la mesa y mientras Eseque la ayuda a apartar los periódicos y colocar los cafés, los zumos, el agua y las tostadas, Esaque responde al teléfono.

Esaque: ¿Sí?

FJ: Hola princesa.

Esaque: Hola papá, ¿qué tal?

FJ: Bien, aquí currando un poco, ¿tú qué tal?

Esaque: Bien, desayunando aquí con Eseque. Estamos en Rosario, que vinimos a ver a V.

FJ: Ah muy bien, mándale un saludo de mi parte. ¿Lo tenemos enamoradísimo no? Este se nos queda en Argentina a vivir.

Esaque: No veas. Oye papá, ¿dónde estás?

FJ: Sigo en México, esta noche vuelvo España.

Esaque: ¿A Asturias?

FJ: No, a Málaga. Bueno aprovecho y hago noche en Madrid y así ceno con tu hermana y al día siguiente me cojo el AVE a Antequera que hay mucho trabajo esperando.

Esaque: Vale, es que ya sabes que me hago un lío y no tenía muy claro si seguías en DF o ya habías vuelto aquí. Bueno allí. A España vaya.

FJ: No no, esta noche preciosa. Ahora estoy en Valle aprovechando hasta el último minuto. A DF sólo voy a coger el avión.

Esaque: Bueno ¿y qué tal te lo has pasado? ¿Cómo has visto aquello y cómo está la gente?

FJ: Fenomenal. Está todo muy bien. Por aquí te mandan muchos recuerdos, me preguntan mucho por vosotras, tienen muchas ganas de veros.

Esaque: Y nosotras a ellos. Qué ganas de ir. Vamos, que has disfrutado el viaje como se merece.

FJ: Sí sí, como un enano. Lo único, una noticia un poco regular que me han dado.

Esaque: ¿Qué pasa papá?

FJ: Nada, que tengo enfisema.

Esaque: …

FJ: Así que nada, te lo digo ya porque no quiero que fuméis ni un cigarrillo más.

Esaque: Pero…eso… ¿eso qué quiere decir?

FJ: Nada, quiere decir que la vida siempre pasa factura y que, o dejo de fumar y me cuido un poco, o en dos días ando cargando con bombona de oxígeno.

Esaque (con la mirada fija sobre la cajetilla que hay en la mesa): …

FJ: Eso me ha dicho el médico. Como mi padre vaya, sólo que él por minero y yo por vividor.

Esaque: Es que no sé qué decir. Muy bien no suena pero es que…no, no sé nada papá. Explícamelo mejor.

(Anotación mental: Nunca en mi vida había hecho una lista de tantas palabras a evadir).

FJ: Bueno nada. En verdad si me cuido, hago algo de deporte y esas cosas, no pasa nada. Estamos a tiempo de hacerlo reversible

Esaque: (¿reversible?) ...

FJ: Pero no fuméis, ¿vale?

Esaque: ¿Has hablado con Lara?

FJ: No, lo haré ahora cuando la vea.

Esaque: Ya…

FJ: Bueno y también voy a ampliar el hotel. Hay que hacerlo. Sí sí, esto va muy bien, tiene que crecer.

Esaque: ¿Sí?, ¿qué tal el hotelito?

FJ: Muy bien, está estupendo. Bueno preciosa, te mando un beso que tengo cosas que hacer por aquí.

Esaque: Vale papá, otro para ti.

FJ: Te quiero.

Esaque: Y yo a ti.

FJ: Cuídate, ¿vale?

Esaque: Y tú papá.

Cafetería. Interior. Día. Mucho frío.

viernes, 22 de febrero de 2008

Pensamientos de viernes con resaca en el trabajo

Un e-mail de “Apuestas deportivas”, mira tú, igual entro, participo y me forro. Con todo lo que me prometen. Si me forrase podría vivir como Christina Aguilera, contándole al mundo lo encantada que estoy pasando las horas junto a la cuna, con mi vientre plano y mis grandes pechos después de tener a mi primer hijo. Con 27. Como debe de ser. Que ya decían anoche mis tres amigas doctoras que, biológicamente, la edad más beneficiosa (menos dañina) para poner el cuerpo a parir ya se nos ha pasado. Son los 24. Y es que eso de tener hijos a los 35, sobre todo en plan primerizas, es una canallada que le hacemos al cuerpo en esta vida tan moderna que llevamos. Es que está eso de perder la libertad que nos importa mucho. Lo de los compromisos, ya sabéis. Es que sin niños nos sentimos muy libres. Bueno, se sienten, yo la verdad es que no lo siento. Tampoco es que sea una esclava pero tengo más condicionantes internos de los que me gustaría. Y eso que viajo. Y me muevo. Y observo. Y conozco a mucha gente muy distinta. Y estoy atenta. Demasiado, va a ser eso. Y no tengo unos padres castrantes, ni represores, ni aguafiestas, ni autoritarios que me digan por donde tengo que ir o que me hayan hecho chantaje emocional para que deje de hacer lo que se me cruza por la cabeza aunque eso implique poner un océano entre nosotros. Nada, no puedo culparles. Igual va a ser eso también. No sé qué hacer con tanta libertad y con tanto deber de valerme por mí misma y tener que ser feliz. Yo es que además noto, y me preocupa tengo que decirlo, que cada vez más, me siento feliz cuando estoy sola. Cuando estoy sola soy quien me gusta ser. Cuando estoy sola y cuando estoy con mi familia o con esas personas con las que puedo compartir mis conductas solitarias. Eso me encanta. Cuando estoy con gente me cansa sentir que debo explicaciones. Aunque nadie me las pida, yo siento que tengo que darlas porque siempre tengo mis razones pero a menudo pienso que si no las explico dejo crecer los muros. Me siento incomprendida. Eso me viene de mi padre, que es una personalidad muy particular y por eso dice frases como éstas que ahora yo repito. Será que también somos unos egocéntricos. Unos egocéntricos autoaislados. Ya ves tú. No creo que sea muy inteligente. Es infantil. Y eso que esta mañana me acabo de enterar de que mis amigos y “amigos” me consideran de sus smartest friends, y así, qué honor, sin comerlo ni beberlo ni hacer méritos ni tan siquiera saberlo, tengo una cantidad considerable de puntos que me certifican como una tía lista a estas horas en las que yo me siento incluso más tonta que cansada. Qué torpe. Estoy segura que desde afuera es fácil. A veces yo consigo verlo así, verlo de verdad. Sentirlo. Entonces es muy muy fácil. Es blanco y en botella. Como hacer click. Para empezar, sólo tengo que cerrar el libro de golpe y empezar otro de cero. Reestructurar unas cuantas prioridades y quedarme con lo que me valga. Sin embargo, yo me aferro a lo que tengo. Será que hay párrafos que me compensan y 2 ó 3 personajes que no quiero dejar atrás por nada del mundo. Qué dices, con lo que me costó crearlos. Buf, normal que esté cansada.

Esa que ya no sabe trasnochar los jueves.

martes, 19 de febrero de 2008

Primicia en chustiverso

Con diez cuores por banda,
viento en popa, a toda vela,
no corta el mar, sino vuela
un avión de aerolíneas madrepatria.
Nave pirata que llaman,
por su catástrofe, Error,
en todo mar conocida
del uno al otro confín.

La luna en el mar riela
en el ala gime el viento,
y alza en blando movimiento
nubes de oro y azul;
y va el Error catastrófico,
con fabada en la valija,
América a un lado, al otro Europa,
y allá a su frente Esaque impaciente.

Paola de Espronceda
(no os temo, ¡puristas!)

lunes, 18 de febrero de 2008

La noche suspendida

Yo duermo muy bien. Duermo profundo y soy capaz de dormirme cuando quiera donde quiera. Creo que contaría con serias posibilidades de triunfo en un duelo internacional de conciliaciones de sueño. Puntualmente, sufro más los padeceres de los narcolépticos que de los insomnes. Eso sí, el día que me sorprende la noche en blanco manejo peor la situación que pilotar un avión a pesar de que la noche me encante y se cuenten en años las horas en las que la luna fue mayor testigo de mis pulsos vitales que el sol.

Si alguna vez me meto en la cama y, por alguna circunstancia sorprendente, no tengo sueño pero sí ganas de tenerlo y veo caer las agujas del reloj como círculos vacíos, entro en una espiral que no termina hasta que llego a ese punto en el que sólo el cuerpo puede desplomarse en mi rescate. La última vez que recuerdo una noche así, oponiendo resistencia involuntaria a los brazos de Morfeo, al día siguiente tenía que madrugar para conducir. Me esperaba un viaje largo al norte capitaneando un volante sin copiloto y en el puerto, una decena de amigas ansiosas por entrar en la más salada de mis casas y celebrar, al calor de las sidras marinas, un par de cuartos de siglo. La situación mental es de sencillo planteamiento y anárquica solución: si no me duermo no puedo madrugar, si no madrugo no llego a tiempo, si no duermo no puedo descansar y si no descanso no puedo conducir. Y así, de esta forma tan tonta, puedo ver caer las 2 y las 3 y las 6 como un pelotón absurdo frente a mis ojos, cubiertos por una especie de película transparente que los mantiene resecos pero abiertos en redondo. Más soles que nunca.

Si alguna vez me meto en la cama, y no me duermo, tampoco me vuelvo a levantar. Me encantaría decir que me daban las 5 y en lugar de una fosa llena de horas muertas podía encontrárseme acompañada por voces en las ondas, por hojas vivas o por cientos de ellas arrojadas al lado izquierdo de un libro. Sería deshonesto mentir de esta manera, y la verdad es que hoy no tengo el día para atender a las licencias creativas. Una vez que me meto en la cama, mi cuerpo queda suspendido en un punto sin dirección, colgado sólo a la espera de una caída que las manos, al contrario de lo que cabe esperar, no son capaces de controlar. Tal vez por eso, cuando veo en las series o en las películas a un actor que se levanta en medio de la noche y empieza, por ejemplo, a escribir una carta, yo siento una profunda envidia hacia lo que él está siendo capaz de hacer a esa hora en la que yo me quedo sin reflejos y mi cabeza está perdida en algún laberinto sin novedades ni momentos para crear.

Si me meto en la cama y me duermo, o mejor aún, si me quedo dormida en el sofá, y me despierto en el corazón de la madrugada, y no soy capaz de volver a conciliar el sueño, la película es bien distinta. Para empezar, no me molesta, lejos de sentirme intranquila creo que el cuerpo ha descansado lo necesario y que ahora la noche está rendida a los pies de mi voluntad. No es algo que pase a menudo, tampoco es lo habitual. Imagino que es un toma y daca que se equilibra para hacer justicia, unas noches me utiliza a su antojo y otras pone el voto de calidad en mis manos.

Entiendo que soy yo la que llama a la puerta de las noches interrumpidas con sentido. Cuando el cuerpo me supone una traba para deshacer los nudos de regatista que hay en mi cabeza. Cuando me siento demasiado ligera y pequeña para afrontar un cacho de realidad que me hace pensar que la realidad entera ha perdido sus formas más acolchadas. Entonces me olvido de los nudos, de los ojos, de los sofás, de la respiración, de los viajes, de las películas, de las hojas, de las horas. Abro las manos, dejo de soportar mi peso, caigo y descubro que no es verdad.

miércoles, 13 de febrero de 2008

viernes, 8 de febrero de 2008

Monólogo dialogado I

-Toma asiento. Estoy un poco cabreada contigo porque para no variar llegas tarde. Bueno, con retraso. Quiero saber qué pasa contigo, y con nosotras, y por supuesto conmigo. Ayer por la noche te veías contenta, estabas relajada y la idea de bajar a la piscina y darte tu primer chapuzón austral cuando el sol ya no estaba te entusiasmó. No lo puedes negar. Es verdad que pasaste frío al salir de la piscina, se te notaba en la piel y en la actitud y en la forma en la que las letras salían multiplicadas, como con eco, empujadas por tu lengua de plomo. Pero luego, abrazada a esa toalla de colores felices, cuando te olvidaste de tiritar y decidiste dejar suspendido el ascensor de vuelta a casa por unos minutos más con tu cigarro y tu melena mojada, te acordaste de, no sé de qué te acordaste que sentiste fuego en el estómago y te salió ese gesto que a veces tienes, no sé si te has dado cuenta, cuando mueves el aire con el brazo frente a ti como intentando hacer a un lado un pensamiento de la forma en que empujarías a una persona profundamente indeseable o el humo de un cigarro que apunta directamente a tus ojos.

No me vengas otra vez con eso de la envidia de pene, desde que viste Annie Hall estás muy pesadita con el tema, además, ¿no crees que peor sería tener envidia de tetas? No culpes de la distancia a los mapas, ni de las cosas que no te gustan al desorden del mundo, ¿qué haces para cambiarlo? Ya ya sé que es típico, no me mires así, pero joder, es que es cierto. Todavía no has tomado decisiones que son importantes para las dos y sin embargo derrochas tu energía en navegar sin rumbo y ya ni siquiera te esfuerzas en responder a las preguntas de esos programas que te gustaban o en prestar atención a los cumpleaños, a las fechas, a los fines de semana o al despertador que siempre pones una hora antes de lo que sabes que te vas a levantar. ¿Cómo que no? Hoy, sin ir más lejos, ha sonado a las 8:41, lo has apagado y has seguido soñando con ese bebé cejijunto al que no sabías qué nombre ponerle. ¿Ayer? Ayer tres cuartos de lo mismo, sólo que entonces tus minutos mañaneros de largos truncados fueron suplantados por 50 minutos más de agonía en 4 ruedas. No es la primera vez que sueñas con ese 4x4 negro que conduces pero no controlas. No abras así los ojos, no te hagas la sorprendida, sé que en él llevas a un familiar de copiloto y sé que por eso no dices nada, sé que no quieres preocuparlos y crees que así ellos piensan que estás a salvo, que siempre llegas a donde te propones.

martes, 5 de febrero de 2008

Nos mudamos

Nos mudamos y los estreses de la carga ya descansan casi por entero en las cajas que antes ocupaban nuestras pertenencias. Ha estado razonablemente bien, llegamos a puerto con 100 dólares de menos, sin discusiones conyugales de primera plana y manteniendo nuestra integridad física y casi hasta moral. Cuando se me pase la rabia por tan costosa injusticia y masajée un rato los músculos con agujetas de Eseque todo volverá a la nueva normalidad.

Hemos cambiado la casa de la isla por un loft con piscina en una especie de colegio mayor en Palermo Hollywood para jóvenes parejas o jóvenes singles. ¿Cómo suena, verdad? No está nada mal pero tampoco es para tanto, no os preocupéis. El nuevo nido-nicho tiene sus importantes deficiencias pero al final ha impuesto sus razones de peso en la balanza. De todas formas, cómo no, es transitorio. Me refiero a que es momentáneo dentro de lo pasajero, cuenta con una media de vida en nuestras vidas de 3 meses así que procuraremos meterle revoluciones.

Las mudanzas siempre me hacen pensar en lo pija que soy, en la poca maña que tengo para cargar cajas y hacer maletas como puzzles, en lo acostumbrada que estoy a vivir en casas de muñecas y, sin embargo, soy de naturaleza desastrosa y caótica. ¿Suena contradictorio?, la respuesta está en mi madre, de la que se me olvidó heredar el orden, la paciencia y el cuidado pero no el buen gusto.

Pasemos a mi top 5 de hogares que es a lo mentalmente me ha traído lo de poner mi casa patas para arriba en esta vida del revés. En orden cronológico (que para esto sí soy meticulosa):

1. Avenida Argentina (Palma de Mallorca): En sus cajas guardé los mejores recuerdos de la infancia, los veranos en familia, el primer CD de Sabina adquirido con mi paga de los domingos, el dibujo, la gimnasia, las tardes a remojo, maratón de paperas y varicela, mi primera palabra en inglés: radio, los helados de nata, mi colección de cromos, un pendiente impar, la semilla del cine, mi patio de colegio público, las tardes con mis padres o con mis amigas de entonces cuyos nombres recuerdo y cuyas caras no reconocería, mi tortuga Palma, el aumento del núcleo duro.

2. Bosques de Hayas-Vega del Llano-Vergel (México DF y Valle de Bravo): ¿Pero cómo? ¡¿3?! Ya he dicho que estoy hecha una pija. Y lo que es peor, una pija desbocada por eso hay quien afirma apreciarme de corazón y sin embargo no tiene problema en imaginar a la pequeña Esaquita como la hija de Escarlata O´hara en su pony. El caso es que soy incapaz de separar la una de la otra o de la otra y como todas responden a la misma mudanza, aquí están, en pack. ¿Tendría que cambiar el propósito y llamarlo “Mi top 5 de mudanzas”? Paso. Entre las paredes mexicanas me dejé la adolescencia, los fines de semana más completos y añorados, las vivencias de instituto, los descubrimientos que más marcan, el gusto por las sobremesas sin reloj y también por los momentos de soledad. Una familia rota. Los olores, los sabores y los rincones a los que uno siempre querrá volver.

3. Calle Asturias (Oviedo): Era un piso en forma de caracol, con poca luz y el salón más parecido al cielo que conozco. Mi madre compró un sofá muy cómodo y muy amarillo para recordarle al alma la necesidad de no quedarse para siempre en él. Yo me compré mi primer uniforme en el último año de colegio y con él conocí a las mejores amistades de hoy, las calles de la ciudad en la que había nacido y poco más, y la rutina extraveraniega de primo1. Como los caracoles, me sentía siempre en casa y muy recogidita. Era justo lo que necesitaba.

4. Juan XXIII (Madrid): Dos colegios mayores en una misma acera. Espero que os lo podáis imaginar. Reconozco que en la facultad miraba con cierta pena a los nativos de Madrid. Reconozco también que ese sentimiento fue perdiendo intensidad con el paso de los cursos.

5. Maestro Solano (Málaga): Donde el sol me volvió a calentar. Donde me volví a encontrar con los buenos hábitos y los sentimientos que hacen que te moles, con el día a día de mi padre, con un par de ideas que lustré y muchas dudas que decidí olvidar. Estoy enamorada de esta ciudad.

En un año os enlisto mis casas argentinas de mayor a menor amor. Mi deseo es que tengan un orden cronológico inverso, como los posts. Ya iremos viviendo.

Esa que piensa en vuestros ojos.

viernes, 1 de febrero de 2008

Esaque y yo

Cuando conocí a Esaque las dos teníamos 23 años. Era mayo y yo aún pagaba la factura del invierno más frío que recuerdo (ese que fue capaz de hacerme llorar y que aún pervive en fase de deshielo en la memoria). Después, la llegada del calor no sirvió más que para acrecentar mi sensación de pesadez y la certeza de que el cielo estaba cada vez más lejos del suelo que pisaba y de la vida que llevaba.

Fue entonces cuando estrené un sentimiento desconocido hasta la fecha. Será más preciso decir que estrené una variación desconocida de un sentimiento conocido. El aleteo de una mariposa el Día de los Enamorados pudo causar el huracán dentro de mí 8 años después.

Y ahí estaba yo, en 2005, en medio de mi tsunami emocional con una ola a cuestas que nunca acababa de romper, acorazada en el interior de un Saxo azul eléctrico consumiendo la energía de reserva por las calles de Madrid, de Sandoval a Pradillo, de Pradillo a Sandoval. Haciendo relectura mental de cada uno de los capítulos de mis errores, incluidos los pies de página y las notas al margen. Llorando cuando podía y conteniendo la respiración cuando no era capaz. Y luego, en la noche, entregada al incompleto abrigo del cine, del cristal medio vacío y de las conversaciones que, sólo en momentos y en compañías muy puntuales, eran capaces de rescatar, no ya quien fui, ni quien era, sino quien quería ser.

A Esaque y a mí nos juntó lo inevitable, y es que somos una prueba, como tantas otras, de que el destino no es más fuerte que la necesidad. Había realidades, más bien una realidad, la mía, que buceaba muy hondo, tan silenciosa que la única forma de oírla era siendo yo. Y como sólo a mí me había tocado el papel de “yo”, sentí por primera vez las verdaderas ganas de salir de mí. Así nació mi relación con Esaque.

Había días que me inundaba un sentimiento de gratitud por su compañía y por su forma de ayudarme a actuar. Había otros que no la soportaba, cuando tenía la impresión de que me pisaba, de que era ella la que respondía mis e-mails o la que llenaba el contenido de mi voz con palabras en las que yo no acababa de creer.

Fue una relación bicéfala que nos mantuvo unidas en el amor y en el odio hacia la otra durante el transcurso de casi 2 años, muy intensos, muy agitados y muy marcados por su presencia y por esa inexplicable necesidad de quererla bien cerca.

Esaque era entonces la versión más ácida, más irónica, más cómica, más temperamental y al mismo tiempo la más trágica de las dos. Esaque se habría pintado el pelo de azul cuando a mí se me hubiera pasado por la cabeza (menos mal que Esaque e idea-de-pelo-azul no coincidieron en ninguna esquina, bar o sala de cine, ahora tendría demasiadas fotos que quemar). Esaque era la que se metía en los túneles aunque supiera que para la mayoría resultaban absurdos. Esaque estaba siempre dispuesta a decir toda la verdad y nada más que la verdad y, en caso de que fuese necesario, también a mentir. Mientras tanto yo aún insistía en perseguir la verdad única, absoluta y necesaria, cual Alicia tras su conejo. Esaque contaba cuentecitos de los que se maquetan con troqueles y ante las horas que nos acreditaban como prófugas de la responsabilidad, ahí estaba yo para dar la cara.

Y es que hay relaciones, como la mía con Esaque, que empiezan por accidente y parecen tener todas las papeletas de la rifa para terminar en bancarrota o, con suerte, en pasajeras. Y esto habría sido así, si no hubiese encontrado un lugar para mí y un espacio para ella.

Hoy por hoy tenemos una relación más justa. No me importa qué tan caro me salió el kilo de Esaque, ahora sé que no me pesa.
Buzzear (ES)