lunes, 18 de febrero de 2008

La noche suspendida

Yo duermo muy bien. Duermo profundo y soy capaz de dormirme cuando quiera donde quiera. Creo que contaría con serias posibilidades de triunfo en un duelo internacional de conciliaciones de sueño. Puntualmente, sufro más los padeceres de los narcolépticos que de los insomnes. Eso sí, el día que me sorprende la noche en blanco manejo peor la situación que pilotar un avión a pesar de que la noche me encante y se cuenten en años las horas en las que la luna fue mayor testigo de mis pulsos vitales que el sol.

Si alguna vez me meto en la cama y, por alguna circunstancia sorprendente, no tengo sueño pero sí ganas de tenerlo y veo caer las agujas del reloj como círculos vacíos, entro en una espiral que no termina hasta que llego a ese punto en el que sólo el cuerpo puede desplomarse en mi rescate. La última vez que recuerdo una noche así, oponiendo resistencia involuntaria a los brazos de Morfeo, al día siguiente tenía que madrugar para conducir. Me esperaba un viaje largo al norte capitaneando un volante sin copiloto y en el puerto, una decena de amigas ansiosas por entrar en la más salada de mis casas y celebrar, al calor de las sidras marinas, un par de cuartos de siglo. La situación mental es de sencillo planteamiento y anárquica solución: si no me duermo no puedo madrugar, si no madrugo no llego a tiempo, si no duermo no puedo descansar y si no descanso no puedo conducir. Y así, de esta forma tan tonta, puedo ver caer las 2 y las 3 y las 6 como un pelotón absurdo frente a mis ojos, cubiertos por una especie de película transparente que los mantiene resecos pero abiertos en redondo. Más soles que nunca.

Si alguna vez me meto en la cama, y no me duermo, tampoco me vuelvo a levantar. Me encantaría decir que me daban las 5 y en lugar de una fosa llena de horas muertas podía encontrárseme acompañada por voces en las ondas, por hojas vivas o por cientos de ellas arrojadas al lado izquierdo de un libro. Sería deshonesto mentir de esta manera, y la verdad es que hoy no tengo el día para atender a las licencias creativas. Una vez que me meto en la cama, mi cuerpo queda suspendido en un punto sin dirección, colgado sólo a la espera de una caída que las manos, al contrario de lo que cabe esperar, no son capaces de controlar. Tal vez por eso, cuando veo en las series o en las películas a un actor que se levanta en medio de la noche y empieza, por ejemplo, a escribir una carta, yo siento una profunda envidia hacia lo que él está siendo capaz de hacer a esa hora en la que yo me quedo sin reflejos y mi cabeza está perdida en algún laberinto sin novedades ni momentos para crear.

Si me meto en la cama y me duermo, o mejor aún, si me quedo dormida en el sofá, y me despierto en el corazón de la madrugada, y no soy capaz de volver a conciliar el sueño, la película es bien distinta. Para empezar, no me molesta, lejos de sentirme intranquila creo que el cuerpo ha descansado lo necesario y que ahora la noche está rendida a los pies de mi voluntad. No es algo que pase a menudo, tampoco es lo habitual. Imagino que es un toma y daca que se equilibra para hacer justicia, unas noches me utiliza a su antojo y otras pone el voto de calidad en mis manos.

Entiendo que soy yo la que llama a la puerta de las noches interrumpidas con sentido. Cuando el cuerpo me supone una traba para deshacer los nudos de regatista que hay en mi cabeza. Cuando me siento demasiado ligera y pequeña para afrontar un cacho de realidad que me hace pensar que la realidad entera ha perdido sus formas más acolchadas. Entonces me olvido de los nudos, de los ojos, de los sofás, de la respiración, de los viajes, de las películas, de las hojas, de las horas. Abro las manos, dejo de soportar mi peso, caigo y descubro que no es verdad.

6 comentarios:

Diego dijo...

Me he reído con tu confesión del primer párrafo. Aún me acuerdo de aquel año en que me regalaste ese tierno ataque de narcolepsia por mi cumpleaños... :-)

Como siempre, es un auténtico placer leerte.

Carmen, QK, Carmencita, Carmela, Soli, Mela, "a menina"... depende! dijo...

No mencionas un truquillo xa hacerte caer rendida... una buena peli debajo del edredón, y una dosis mejor aún q la anterior de cosquillucas!
Yo mientras soñaré con el día q nos veamos.

Esaque dijo...

Admirado Diego, el ejemplo que nos ocupa en este caso es un poco distinto. Es la prueba de que también soy capaz de dormirme cuando no quiero donde no quiero. Es tierno, eso sí. Es que tienes una casa muy hogar. Es lo que pasa cuando una llega a un sitio con la cabeza a to' meter y se encuentra por sorpresa ante una sensación de paz, buen rollito y armonía antes las que el cuerpo sólo sabe responder postrándose (unas cuantas horas).
Como siempre, es un placer que estés.

Ay Carmela, ni lo menciones que sólo con leerlo me entra el amodorre. A mí lo que me hace falta es un truquillo para lo contrario. Lo tienes? Me lo traes?

Anónimo dijo...

Ya te lo dije en su momento, verte dormir es una buena forma de encontrar la paz. Tienes un don, pequeña
C.

Error dijo...

¿Dormir? Lo tuyo es entrar en coma. Tu sustancia reticular ascendente me tiene preocupada.
Anecdotario: Esaque en coma en el sofá, Error gritando a su oído: "Eseque está en la ventana con mariachis", ¡y no hubo reacción!

Anónimo dijo...

Realmente desconocía esa faceta tuya (que envidio mucho, todo sea dicho). Alguna vez me hubiera gustado disponer de ese "don" ya no tanto para mis noches insomnes, como para los viajes....Yo debe ser que si la cosa se mueve...no me duermo, si es estrecho, no me duermo, si no estoy cómoda, no me duermo, si estoy nerviosa, no me duermo. Hasta para dormir hay que valer!! jajajaja. Un beso fuerte!!

Buzzear (ES)