miércoles, 30 de abril de 2008

Soy incapaz

Soy incapaz de escribir Dios con minúscula. Si alguna vez lo he hecho es porque no lo he pensado. Si lo pienso, no puedo, es que no puedo. Estoy sorprendida y quizá preocupada.

viernes, 25 de abril de 2008

In suicidal mood

Sólo estoy cansada, nada más. La frase me gusta como título. La vi antes de ayer, día de San Jordi, entre los comentarios del tercer presente en código binario que abrazó mi bandeja. El primero vino directo de Nueva Delhi y el segundo no lo recibí, lo mandé. ¿Son bonitos verdad? El del elefante parece no tener nada que ver con la conmemoración del día, pero si tienes paciencia o banda ancha, al final te darás cuenta de que sí. Los otros dos se fueron de madre, víctimas de la ilusión por compartir algo que te ha gustado y víctimas también de ideas que se van encadenando y al final echan raíces al margen de la semilla.

También tuve regalos como marca la tradición. Que aunque de familia minera en mi casa hay tradiciones y de vez en cuando se respetan. Y aunque salgo con un vivido en Castellón nació en Santander. Así que 23 de abril, dos libros y una flor. 500 ideas para decorar espacios pequeños y Hombres como nosotros.

Es que no queda nada para mudarnos de nuevo, esta vez a nuestro piso. Adiós a los caseros. Bueno, nada no, por suerte falta un mes. A ver si para entonces somos capaces de hacer acopio de lo imprescindible: colchón, nevera, sofá y tele con mando. Aún prefiero lidiar con extraños propietarios de los escenarios de mi intimidad que dormir en el suelo sin trama de fondo. Eso a pesar de que estoy absolutamente convencida de que conciliar el sueño, aun en circunstancias así de adversas, no me llevaría más de 3 segundos.

Como he dicho hace escasos dos párrafos, repito para los cerebros agotados como el mío: estoy CANSADA. Muy cansada. Os he tenido abandonados, como vosotros a mí, pero no es que hayáis dejado de importarme. Es que estoy midiendo el largo y ancho de mis límites y además coincide el hecho con la adolescencia de mi blog.

La vuelta al joven continente ha tenido mucho de retorno a esa época de enfermedad que se llama pubertad. ¿Conocéis un grupo que se llama Vilma Palma e Vampiros? Yo ya los había olvidado. En la agencia suenan al menos una vez por semana. Por ejemplo, ahora mismo. Ya os enteraréis, ya. Un día de estos les cae post, no pienso lidiar yo sola con esta tortura que viene a recordar que tuve el disco. Es uno de esos discos que colocarías en un Top 5 de posesiones en las que no te reconoces (tomo nota). También suenan los Aterciopelados, todo un clásico entre los acnéicos revolucionarios del VIPS. Como yo.

Me dicen que el cansancio me pone ácida. Yo creo que el cansancio me pone hiperactiva, compulsiva y me poseen los tics. Sorbo el café, escribo una línea, abro el Messenger, respondo, entro en elmundo, lo ojeo, entro en elpaís, echo un vistazo y nada nuevo bajo el sol, café, Google, cargo mi blog, entro en el Facebook, cambio de canción, respondo a un mensaje, respondo al Messenger, otro sorbo al café, cambio la plantilla de mi blog, cambio el color, entro en el Lotus, más café, más Messenger, Yahoo. Tengo un email de un primerizo en mis redes “Asunto: Resumen Psicología General”. Eso me da una buena pista. Mis compañeros del turno de noche me tienen impresionada. Creo que están preocupados por mi inconsciencia y desorientación. En un par de semanas empiezan los parciales y yo estoy ya condenada a mi suerte y la filantrópica labor solidaria de los compañeros que han decidido tomarme por causa.

De nuevo el día de San Jordi, hallábame yo de cuerpo presente a eso de las 21:00 horas en el aula de la universidad cuando el profesor se acercó a la puerta para cerrarla. Cual no sería mi sorpresa cuando una voz solicitó desde el pasillo que interrumpiera el transcurso del acto. La clase le estaba gustando mucho. A lo que el profesor, encantando aunque, sin duda, mucho menos sorprendido que yo, reaccionó invitando a la jovencita de la voz a entrar y tomar asiento. La chica que entró no tenía pinta de rara ni asocial ni ratón de biblioteca ni nada de eso. Claro, es que estoy estudiando algo interesante, algo que motiva e inquieta de verdad. Claro, estamos estudiando algo que nos gusta, decíamos el corrillo de engorilados que nos fuimos a comer pizza y a beber cerveza después y que, curiosamente, somos muchos (muchos en porcentaje) del 81. ¿Será que fuimos una reserva propensa a la confusión? Lo que sé es que ahí estábamos alimentando el cuerpo y la ilusión mientras poníamos en común los caminos que nos habían traído al mismo lugar –en la mayoría de los casos- después de un título suspenso en vocación.

Yo querría contaros muchas cosas. Querría hablaros del humo más famoso del mundo (junto al de Lost), de una pesadilla que tuve y de la idea que salió de ella. También de muebles y de fútbol, de bares de cabecera con imitadores del flaco de Úbeda, de un concurso fallido, de la pobreza de mi inglés, de mi P.A. en radiofonía y de El amor brujo de Antonio Gades. Nada que se salga del marco de la semana, en verdad. Pero como noto que aún le quedan muchas espinillas por salir a este puberblog del 81, sólo añado una recomendación final: no perdáis vuestro valioso tiempo en ver El porqué de las cosas, por muy Ventura Pons que sea siempre hay cosas mucho más útiles que hacer como depilarse las cejas con pinza.

Esa que pasa de vuestras dioptrías pero os da espacio.

lunes, 21 de abril de 2008

¿Buenos aires?

Como al fin ha dejado de oler a ahumado, aprovecho el respiro y la visibilidad para cortarme las uñas de los pies y acercarme a vosotros, los que oléis bien.

Es verdad que entre que la ingesta de carne peligró, los cacerolazos sonaron, las manifestaciones poco más y despeinan a CK, y ahora el humo, Buenos Aires no para de sorprender. Tanto es así, que de buena gana pago yo los meses de vida que me haya quitado este molesto inconveniente por la sensación de riesgo y aventura con la que vive una persona -casi siempre civilizada- en esta hermosa gran urbe.

¿Que cómo se vivió? Pues con los ojos rojos. Me pasé lloriqueando dos días seguidos y esta vez la regla no tuvo nada que ver. ¿Y hoy? Bien, gracias. ¿Y después? We will see.

martes, 15 de abril de 2008

Enhorabuena, planners

El 14 de enero de 2005 pasee palmito por mi primera vez en una agencia de Publicidad entonces vecina de la antigua sede de El Mundo en Madrid. Sólo han pasado 3 años y medio pero aprovecho y hablo de entonces y antiguas, con entonación de “allá por esos tiempos” para que se note que me parecen demasiados días para tan pocos meses. Es lo que hay, años que pasan y parecen uno y tres que valen por treinta.

Calculo que para el primer festejo de los enamorados ya se cocían en mi interior muchas de las dudas a las que aún hoy no sé dar respuesta segura. ¿Para qué sirve –seamos serios- un planner? ¿Por qué a los ejecutivos de cuentas no se les llama por su nombre: comerciales o teleoperadores (según el real caso)? ¿Director de arte? ¿Trainee de director de arte? ¿Mamá quiero ser copy? ¿Pero entonces los cuentas no llevan la administración? ¿Eso es un concepto o es un titular? ¿Qué chamullas? ¿Aaah, entonces esto es un marketing directo? Claro, y esto también. Y esto y aquello y lo de más allá. Entendido. Menos páginas de prensa, radio y tele, todo lo demás.

¿Quieres lanzar una campaña publicitaria en medios masivos y deseas saber cuáles son las mejores opciones? Yo te diría que sigas a tu instinto y es probable que no te suceda lo que a L´Oréal París.

Digo más. Si lo que quieres es vender, nada como el boca-oído. Sin alejarme de mi propio ombligo hace escasos minutos me han hecho entrega de un pen drive que no necesito para nada pero que compré porque me dio la real gana en imitación a la conducta de mi entorno. Oye, un superprecio, es verdad ¿Cómo no iba yo a aprovechar esta oportunidad? Ahora a ver con qué lleno 4 hygas (no sé ni cómo se escribe) no vaya a ser que vacíos me queden inútiles y me hagan recordar que tengo otros 2 muertos del asco en casa. No importa, este es el definitivo, yo lo pago, yo lo sé. Soy un cliente satisfecho.

sábado, 12 de abril de 2008

Sólo se vive una vez

Esta triste verdad tiene para mí dos formas de encontrarla en un cajón. Formato peli, formato canción. Claro está que el cajón no es el mejor lugar para hacer uso de ella, pasa que todavía no hemos inventado nada mejor que los cajones para guardar los recuerdos, las cartas, las fotos, los poemas adolescentes en alemán, los dibujos que le hiciste a tus padres hace eones, las notitas de perdón, la agenda, las calificaciones que prefieres esconder, los pocos apuntes de una asignatura completa, los clips, el CD de Shakira, los cachivaches que sobre la mesa sólo hacen un montón de caos pero, por una razón u otra o quizá por ausencias del mañana, no quieres en el cubo de la basura. “Su lugar”, siempre según tu madre.

Hablando de cajones, la primera vez que escuché hablar de Fritz Lang, al menos un par de mis cuatro canas ya hacían acto de presencia entre mis rizos (cuando era rizosa) y la persona más importante de la calle me contó que a este director y a mí nos unía algo tan personal como el día de nacimiento. Gran tipo este Fritz. En un kiosco encontré un paquetito muy vistoso que prometía dos joyas al precio de un alquiler: Encuentro en la noche y Sólo se vive una vez. Ambas del director sagitario. Las compré, las regalé, una la vi, la otra aún me espera cuando cae el sol.

En los últimos años del colegio (me refiero a lo que viene antes del instituto, para aquellos que, como yo, no suelen hacer distinción), tenía la buena costumbre de poner la fecha en cada una de las hojas de mi cuaderno. Siempre. Jueves o lunes o viernes tal del tal de mil novecientos blablabla. Escribía y pensaba “¿te das cuenta?, nunca jamás de los jamases volverás a vivir este día y -por si eso fuera ya poco importante para el Universo- esta fecha no se repetirá de nuevo a lo largo de la historia ni por los restos de los restos. 6 de noviembre de 1994, por ejemplo, fecha fea de cojones. Pues hala ya está, ya pasó, no vuelve más. Por supuesto, tenía además una agenda anual, reliquia para atrapar todas las aventuras y desventuras que me pasaban semana a semana. Eso es lo más cercano que he tenido a un diario. Hasta esto. Así, sin poner más voluntad en ello al final pasaba que el sentido de trascendencia suplía a la intención y un día me di cuenta de que me acordaba de todos los cumpleaños de todos los compañeros de clase (con un margen de error de un par). Lo que es más serio, aún recuerdo el de la mayoría aunque me relacione con una pequeña minoría que vive y duerme y sueña y se casa y se suena la nariz a 8000 km al norte.

Cuando llegué a la Universidad la nueva vida me superaba de tal manera que tener una agenda era una empresa inviable. Los cumpleaños se traducían en botellones desapercibidos entre más botellones de una noche más en el Almansa. A veces, si uno quería dárselas de “vivamos un momento especial en esta fecha tan relevante” entonces alquilaba la sala de fiestas del colegio mayor y el botellón era bajo cubierto. Así ya no hubo manera para que yo los retuviese porque, una vez más, no era mi intención hacerlo, y además, me había quedado huérfana de trascendencia.
Trascendencia era para mí creer que todo en la vida tiene un porqué y, por qué no, quizá un destino (a condición de que no valga de excusa). Que los momentos especiales están en cualquier ocasión que seas capaz de atrapar, que lo que siembras recoges, que uno es único e irrepetible y responsable de sus actos, que unas horas pueden marcar el curso de tu vida así que hay que estar atento y tal y tal. Para los feligreses de la RAE me quedo con la opción 2 omitiendo la palabra “grave”.

trascendencia
(De transcendencia).

1. f. Penetración, perspicacia.
2. f. Resultado, consecuencia de índole grave o muy importante.
3. f. Fil. Aquello que está más allá de los límites naturales y desligado de ellos.

El bueno de Fritz Lang sabe bien qué es eso de que los segundos y los días no se vuelvan a repetir. Era alemán (bueno, de hecho del imperio austrohúngaro, que diría Berlanga y en este caso sería verdad) y coincidió con ese señor de bigote que era como Chaplin pero sin puta gracia. Como había hecho películas grandiosas y épicas sobre el valor del pueblo alemán, Adolf y Joseph, pensaron que sería el hombre perfecto para llevar las riendas del cine nacionalsocialista, así que le ofrecieron algo así como el puesto de Ministro de Cultura. Fritz Lang aceptó y agradeció la propuesta. Al día siguiente le esperaban para empezar su gran proyecto. Fritz Lang, esa misma noche huyó a Francia, mientras el coche oficial le esperaba en la puerta. Por mucho que les gustase ese señor tuerto que dirigía películas en las había una acusación velada al peligro del ascenso nazi, tarde o temprano, descubrirían que era medio judío.

Lo más curioso es que su mujer y además guionista, se quiso quedar. Me pregunto cómo debió ser ese día, tal vez esos días, para Lang. En mucho menos de lo que filmaba una película, toda la película de su vida había cambiado. Exilio, soltería y perder un puesto en un Ministerio que a más de uno sería lo que más pupa le haría. Así empezó su carrera en EEUU -previo paso por Francia-, donde además de esta leyenda (cuya veracidad debe cuestionarse tanto como la batallita de un abuelo, es decir, jamás) pasó unos pocos años antes de realizar Sólo se vive una vez. En qué estaría pensando.

Las ilustres Mafalda y Susanita reflexionaron en su día sobre lo poco aprovechados que están los segundos. Como ellas, lo han dicho otros muchos y lo han dicho mucho mejor que yo. Morir el día de tu cumpleaños pasa. Saber la fecha de tu muerte, de tu primer hijo, de tu premio Nobel de química, casi nunca pasa. Saber tu plaza del MIR, tu destino, tu especialidad, se intuye y se decide dentro de las posibilidades. Saber cuándo llegan las cosas y saber cuándo se van y cuándo es tiempo de mesa y cuándo de cajón, también es susceptible de decisión, aunque responde a emociones más que a razones.

A mí, que soy de natural voyeur -y también lo sería por convicción-, lo que más me interesa es lo que cuentan de tu vida los cajones. Y si tantos caracteres después, aún no he sido capaz de hacerme entender, que te lo explique esta perla de mi cajón que le pone buen ritmillo.

Esa que marcha a correr por el campus, sin más tiempo que perder.


jueves, 10 de abril de 2008

Rec

- ¿Me vas a dejar por otra?
- No, te voy a dejar por ti.
- ¿Cuándo nos casamos?
- Cuando tengas un rato libre.

martes, 8 de abril de 2008

El día que mi mesa voló


Pues eso, se fue y no volvió más.

sábado, 5 de abril de 2008

La hora de Paola

Hubo una época en que ni yo misma creería que despertarme a las 5 de la mañana sería posible si no fuese como hecho aislado y ante circunstancias tan excepcionales como coger un avión. No sé si lo que me impulsa a hacerlo ahora puede ser una de esas circunstancias, creo que no, pero desde luego, a mí cosas así no me pasan todos los días.

Yo no sabía que aún tenía esta capacidad latente y solía rememorar, como hecho inaudito e irrepetible, los años de vida en los que azotar el despertador antes de las 6:30 a.m. era pan mío de cada lunes a cada viernes. La gente se esforzaba en imaginarlo y yo tenía que tirar de anuario mental de los recuerdos para creérmelo también. Años de carrera con una media de 4-5 horas de luz diaria certifican el carácter extraordinario de la afirmación.

Ahora que el sol ilumina los colores pastel de mi indumentaria una media a la medida del común de los mortales, y me refiero a los años vampíricos con el tono añorante de los tiempos que no volverán, el mundo ha dado tantas vueltas para mí que me he vuelto a cruzar con las 5 de la mañana en la esquina del madrugón. Quién diría, nosotras frecuentando estos husos.

Zumo de naranja en el cuerpo colado con 2 tenedores cruzados, secador y chándal en la mochila, mochila al hombro y macho alfa cubriéndome las espaldas, me dispongo a salir de casa en la oscuridad de la mañanísima. Cuando llego a la emisora de radio la sintonía está a punto de empezar y es hora de ponerse las pilas. Yo tardo un poco más que los demás, que hoy están más audaces que el martes, y avanzo a trompicones. Cuento que Charly García ha sido arrestado por golpear con su guitarra a dos actores colombianos. Una hora más tarde relato en noticia de última hora que ha salido de comisaría mientras observo las escenas en la pantalla del televisor sin volumen que hay en la pecera, y me aventuro a deducir lo que sea al tiempo que recuerdo lo que Sabina contaba en su libro sobre el divo delincuente, eso de que él se hace llamar “el John Lennon del subdesarrollo”. Olé sus huevos. Trato de imaginar la reacción de los contertulios y las llamadas de ofensa si se me ocurriera a mí abrir la boca para recordarlo. A mí, la gallega en suelo Argentino. En su lugar me callo y cuando abro la boca para tocar “temas sensibles” digo que hay que ver, que qué barbaridad lo de estas chicas, que los pederastas recorriendo España a sus anchas y las modelos argentinas 11 meses en prisión por 16 kilos de nada y sin vida.

Termina el programa, desayuno en la cafetería de la emisora con mis 5 compañeros que se despejan criticando al resto de profesionales de las cadenas competidoras y que, hoy por hoy, y es probable que mañana también, ganan en audiencia. A estas horas el turno le toca a uno que, según cuentan, llora y habla de amor todo el día, que tiene una página web con la que le toman el pelo, y yo sólo me dedico a observar la situación con la boca bien sellada y ahorrándome el gesto de rechazo hasta donde mi capacidad me permite. El jefazo del programa en el que colaboro, ciclotímico como es, me mira y me aclara, visto que me interesa mucho lo que se cuece en el desayuno de víboras, que el “chavón” tiene el cuerpo cilíndrico desde la cabeza hasta los pies. Ni siquiera me molesto en forzar una sonrisa que me habría costado más que voltear un camión. El colegio hace muchos años que quedó atrás. A Dios gracias.

Antes de que me termine el café con leche, el segundo menos interesado de la mesa saca su portátil y me empieza a enseñar fotos de Madrid y a contarme anécdotas como si yo nunca hubiese estado allí. Me gusta el gesto, me da ternura, y agradezco que dé pie a que los demás cambien de tema. Terminamos hablando de ese fenómeno social que es el mate, y yo, en un esfuerzo de integración, les hablo de mis vacaciones de Semana Santa en Uruguay. Ahí la gente va por la calle paseando con el mate y hasta encuentras algunas casas que tienen en las fachadas carteles que dicen “Hay agua caliente”. Para las emergencias de mate, concluyo con ánimo de simpatizar. El ciclotímico salta a la deriva: mirá gallega, no me digas nada que sho en Madrid, al lado del Palacio Real leí un cartel que decía “Se vende marihuana al por mayor. Me callo y, en efecto, no digo nada (no con palabras) mientras me apunto la anotación mental: es el tercer chiste “gallego” que me haces en lo que va de mañana, a la próxima –puestos a tirar de tópicos- te salto con toda la furia española.

Si hay algo que me molesta es el “complejo de colonizador” ¿Vosotros alguna vez habéis escuchado en un programa de tele o de radio que alguien se dirija a un argentino o un latinoamericano y le espete algo parecido a “claro, es que ustedes los del mundo subdesarrollado…”? No, ¿no? No ha lugar. Pues para mí lo mismo, no me gusta, ni tolero que, en un lugar al que vengo a ganarme la vida como los demás, y a integrarme, me tomen de estandarte o de saco de boxeo de lo que hicieron mis antepasados o compatriotas en el presente o en el pasado. Faltaría más, bastante tengo con asumir lo que hago con mi cuerpo (serrano, por supuesto) y con mi incontinencia verbal.


Salgo de la emisora, voy a Pilates, me ducho y de camino a la agencia, bien despejada con el pelo empapado, trazo el recorrido mental que me lleva a pararle los pies al jefe con contundencia y diplomacia. O eso creo. A mí desde luego me suena bien, él recibe el mensaje y reacciona como es de esperar. Como yo espero. Lo que me gusta de todo esto es que en los 15 minutos que tardo en caminar del gimnasio a la agencia voy atando cabos, una idea me lleva a otra que me gusta más y más y cada vez más hasta que dejo de pensar y avanzo mientras me inunda una sensación de determinación que hace tanto que no siento en lo laboral que ya hasta había olvidado que existía. Guío mis pasos, no es más, no es poco.


Abro la puerta del trabajo, entro, beso a cada uno de mis compañeros de área, mientras me inclino para encender el ordenador juro que me desmayo. Son las 10 y veinte y yo siento que cinco años se han resuelto en cinco horas, cinco horas que van de las 5 a las 10 de la mañana. No deja de ser agotador. Momento crucial para el segundo cafetazo.

Pasa la mañana, me llaman mis padres.

Papá: ¿Cómo va esa radio? ¿Te gusta?

Esaque: Sí, sí que me gusta, me gusta mucho aunque ahora mismo estoy agotada.

Papá: Hombre normal. ¿Pero qué tal, te pones nerviosa?

Esaque: No, la verdad que no, esto de sentirme atípica será que me da confianza.

Papá: Y los jefes ¿qué tal, te gustan?
Esaque: No, los jefes no.

Papá: Puf, te paso a tu madre…


Llega la hora de la comida ¿comer?, ¿qué vulgaridad es esa? No no no, yo me voy a un examen. Taxi, Universidad, Áreas de la Psicología, un 7. Se ve que me salió mal porque la profesora le explicó a la compi que esperó hasta que nos dieran las notas que una de las 4 preguntas la tenía mal de arriba a abajo. Normal, es que como se presentó por libre esos apuntes no los tenía. Ya ves, qué bien me debieron de salir las otras 3 respuestas, no me quiero ni imaginar el resto de exámenes cómo serían. Total, que ya me puedo matricular, que he aprobado el curso de ambientación (10, 9, 7…decreciendo que es gerundio). Vuelvo a ser universitaria, ¡qué emoción!

Taxi de vuelta al curro. Cabos cabos cabos, mira tú, quién me iba a decir a mí que esto sería posible: turno de noche, adultez, psicología en Argentina (que será como relojero en Suiza), privada, en pesos, me la puedo permitir, 17 plantas de instalaciones molonas, ambiente amable y comprensivo, horario laboral que me lo haga compatible…ya veis, estoy que no duermo. Y es viernes, y vuelve a haber carne y nos hemos pegado un homenajazo aquí, en Puerto Madero, cenando en la terraza con vistas al encantador Río de la Plata.

El cuerpo pide tregua y la cabeza se me revoluciona, las dioptrías van en aumento y me duele el esternón. Aunque es un placer compartir la primera noche del fin de semana con todos vosotros, intentaré llevarme al sobre.


*La hora de Paola es el original nombre que algunas amigas le daban a ese hipotético programa que un día sería mío en los tiempos en los que hacía prácticas en Radio Nacional de España. Ha pasado demasiado del título hasta aquí y desde entonces hasta hoy y, como podéis ver, esto ha cobrado vida propia. Otra cosa que se me pasó en el programa de la mañana fue una canción de Charles Aznavour que iba a poner a cuento de que actuará el 3 de mayo en el Grand Rex y las entradas acaban de salir a la venta. Esta vez, no quiero que se me pase. Para vosotros, por guapos.



martes, 1 de abril de 2008

Este post te puede cambiar la vida

No es una exageración. Sin ir más lejos, yo, no he vuelto a ser la misma desde que descubrí el rincón de mi perdición. Desde entonces, no presto la atención de antaño a los temas trascendentales de mi cotidianeidad, he perdido la capacidad auditiva que caracteriza al rol femenino (tampoco tengo muy claro que la tuviera antes pero ahora es, sin duda, mucho peor), llevo semanas que no fumo porque no me acuerdo, tampoco cocino y a veces ni duermo ni leo. Pensaréis que esto no es vida y yo pensaré que lo decís porque no sabéis de lo que hablo.

Así que advertido estás. Si eres persona de sentimiento alegre o vida plena es mejor que no sigas leyendo. Es posible que ya lo hayas descubierto tú solito, pero como en este mundo que gira y gira todo cabe, también existe la posibilidad de que pertenezcas al mismo grupo incoherente de consumidores de Aquarius al que pertenezco yo. Por ello, me siento en el deber solidario de compartir mi último vicio confesable. Es un vicio pero los hay peores. Ahora bien, prometedme, antes de que aprietes Start Game y no haya vuelta atrás, que en cuanto cerréis los ojos y veáis laberintos llenos de puntitos, llaméis a los fantasmas por su nombre o soportar un racimo de uvas entre las manos equivalga a un valor número en vuestro cerebro, lo dejaréis.

Sólo aceptaría que padecieseis estos síntomas si vuestro objetivo en la vida es convertiros en el legítimo sucesor de Billy Mitchell. Ahora, pensároslo muy mucho porque ser el Poulidor del Pac-Man es de lo más enfermo que se me puede ocurrir. En serio, tomaros un momento para tratar de imaginar cómo será el segundo mejor jugador de la historia del Pac-Man, si el número uno es así.aré que lo decís porque no sabéis de lo que hablo.


Anda que no da miedo.

Siento que la neurona no me dé para florituras, el maldito bicho este me ha reducido a lo que soy.
Buzzear (ES)