sábado, 12 de abril de 2008

Sólo se vive una vez

Esta triste verdad tiene para mí dos formas de encontrarla en un cajón. Formato peli, formato canción. Claro está que el cajón no es el mejor lugar para hacer uso de ella, pasa que todavía no hemos inventado nada mejor que los cajones para guardar los recuerdos, las cartas, las fotos, los poemas adolescentes en alemán, los dibujos que le hiciste a tus padres hace eones, las notitas de perdón, la agenda, las calificaciones que prefieres esconder, los pocos apuntes de una asignatura completa, los clips, el CD de Shakira, los cachivaches que sobre la mesa sólo hacen un montón de caos pero, por una razón u otra o quizá por ausencias del mañana, no quieres en el cubo de la basura. “Su lugar”, siempre según tu madre.

Hablando de cajones, la primera vez que escuché hablar de Fritz Lang, al menos un par de mis cuatro canas ya hacían acto de presencia entre mis rizos (cuando era rizosa) y la persona más importante de la calle me contó que a este director y a mí nos unía algo tan personal como el día de nacimiento. Gran tipo este Fritz. En un kiosco encontré un paquetito muy vistoso que prometía dos joyas al precio de un alquiler: Encuentro en la noche y Sólo se vive una vez. Ambas del director sagitario. Las compré, las regalé, una la vi, la otra aún me espera cuando cae el sol.

En los últimos años del colegio (me refiero a lo que viene antes del instituto, para aquellos que, como yo, no suelen hacer distinción), tenía la buena costumbre de poner la fecha en cada una de las hojas de mi cuaderno. Siempre. Jueves o lunes o viernes tal del tal de mil novecientos blablabla. Escribía y pensaba “¿te das cuenta?, nunca jamás de los jamases volverás a vivir este día y -por si eso fuera ya poco importante para el Universo- esta fecha no se repetirá de nuevo a lo largo de la historia ni por los restos de los restos. 6 de noviembre de 1994, por ejemplo, fecha fea de cojones. Pues hala ya está, ya pasó, no vuelve más. Por supuesto, tenía además una agenda anual, reliquia para atrapar todas las aventuras y desventuras que me pasaban semana a semana. Eso es lo más cercano que he tenido a un diario. Hasta esto. Así, sin poner más voluntad en ello al final pasaba que el sentido de trascendencia suplía a la intención y un día me di cuenta de que me acordaba de todos los cumpleaños de todos los compañeros de clase (con un margen de error de un par). Lo que es más serio, aún recuerdo el de la mayoría aunque me relacione con una pequeña minoría que vive y duerme y sueña y se casa y se suena la nariz a 8000 km al norte.

Cuando llegué a la Universidad la nueva vida me superaba de tal manera que tener una agenda era una empresa inviable. Los cumpleaños se traducían en botellones desapercibidos entre más botellones de una noche más en el Almansa. A veces, si uno quería dárselas de “vivamos un momento especial en esta fecha tan relevante” entonces alquilaba la sala de fiestas del colegio mayor y el botellón era bajo cubierto. Así ya no hubo manera para que yo los retuviese porque, una vez más, no era mi intención hacerlo, y además, me había quedado huérfana de trascendencia.
Trascendencia era para mí creer que todo en la vida tiene un porqué y, por qué no, quizá un destino (a condición de que no valga de excusa). Que los momentos especiales están en cualquier ocasión que seas capaz de atrapar, que lo que siembras recoges, que uno es único e irrepetible y responsable de sus actos, que unas horas pueden marcar el curso de tu vida así que hay que estar atento y tal y tal. Para los feligreses de la RAE me quedo con la opción 2 omitiendo la palabra “grave”.

trascendencia
(De transcendencia).

1. f. Penetración, perspicacia.
2. f. Resultado, consecuencia de índole grave o muy importante.
3. f. Fil. Aquello que está más allá de los límites naturales y desligado de ellos.

El bueno de Fritz Lang sabe bien qué es eso de que los segundos y los días no se vuelvan a repetir. Era alemán (bueno, de hecho del imperio austrohúngaro, que diría Berlanga y en este caso sería verdad) y coincidió con ese señor de bigote que era como Chaplin pero sin puta gracia. Como había hecho películas grandiosas y épicas sobre el valor del pueblo alemán, Adolf y Joseph, pensaron que sería el hombre perfecto para llevar las riendas del cine nacionalsocialista, así que le ofrecieron algo así como el puesto de Ministro de Cultura. Fritz Lang aceptó y agradeció la propuesta. Al día siguiente le esperaban para empezar su gran proyecto. Fritz Lang, esa misma noche huyó a Francia, mientras el coche oficial le esperaba en la puerta. Por mucho que les gustase ese señor tuerto que dirigía películas en las había una acusación velada al peligro del ascenso nazi, tarde o temprano, descubrirían que era medio judío.

Lo más curioso es que su mujer y además guionista, se quiso quedar. Me pregunto cómo debió ser ese día, tal vez esos días, para Lang. En mucho menos de lo que filmaba una película, toda la película de su vida había cambiado. Exilio, soltería y perder un puesto en un Ministerio que a más de uno sería lo que más pupa le haría. Así empezó su carrera en EEUU -previo paso por Francia-, donde además de esta leyenda (cuya veracidad debe cuestionarse tanto como la batallita de un abuelo, es decir, jamás) pasó unos pocos años antes de realizar Sólo se vive una vez. En qué estaría pensando.

Las ilustres Mafalda y Susanita reflexionaron en su día sobre lo poco aprovechados que están los segundos. Como ellas, lo han dicho otros muchos y lo han dicho mucho mejor que yo. Morir el día de tu cumpleaños pasa. Saber la fecha de tu muerte, de tu primer hijo, de tu premio Nobel de química, casi nunca pasa. Saber tu plaza del MIR, tu destino, tu especialidad, se intuye y se decide dentro de las posibilidades. Saber cuándo llegan las cosas y saber cuándo se van y cuándo es tiempo de mesa y cuándo de cajón, también es susceptible de decisión, aunque responde a emociones más que a razones.

A mí, que soy de natural voyeur -y también lo sería por convicción-, lo que más me interesa es lo que cuentan de tu vida los cajones. Y si tantos caracteres después, aún no he sido capaz de hacerme entender, que te lo explique esta perla de mi cajón que le pone buen ritmillo.

Esa que marcha a correr por el campus, sin más tiempo que perder.


5 comentarios:

e2 dijo...

Dona Pao (disculpe la inasistencia a este post de la ~ arriba de la n)

MMM... yo en noviembre del ano 1994 taba listo para la foto del cole, siendo el menor de muchos companeros, era un nino, aun... Queria ser marino.. como sabes.. ja ..lo fui..
Reconozco mi fijacion por los cajones, siempre estaban llenos de cosas entretes y productos necesarios de escritorio de gran utilidad, los que en un cajon de nino no se encontraban con facilidad.
Despues, cuando me di cuenta que lo que estaba dentro de mi cajon personal estaba al alcanze de cualquiera, opte por una carpeta para poner medios pliegos, esta llena de "amores" y lindos recuerdos
He dejado el material tangible por archivos... y tengo un disco duro desconectado y guardado lleno de recuerdos lindos
??Por Que guardamos cosas????..
acaso estamos destinados a vivir de recuerdos.. por lo menos yo ..no lo creo...
recuerdos no !! ..EXPERIENCIAS SI!!!

e2

Lluc Alemany dijo...

Yo conservo mis agendas del colegio, todas iguales pero con tapas de diferentes colores. Cuando compraba la nueva en septiembre, lo primero que hacía era pasar los cumpleaños para que no se me olvidara ninguno. En esas agendas había comentarios de mis compañeros de clase, informes de profes y notas de mi madre diciendo que tal día había estado enferma o de viaje.
Ahora, me informa de los cumpleaños el móvil, o el facebook o el tuenti. Es lo que tienen las nuevas tecnologías y yo me he tenido que adaptar a ellas para hacer un diario que todo el mundo puede leer y en el que todos pueden comentar.
Creo que ya nunca volveremos a vivir lo que vivimos, ni nuestros hijos tendrán agendas en las que escribir y conservar.

Anónimo dijo...

Curiosidad al canto: Gabinete toma su nombre de la película "el gabinete del doctor caligari" que se supone lanzó el cine expresionista. Su director fue contemporáneo y compatriota de Fritz Lang y trabajaban para la misma productora. De hecho el bueno de Fritz Lang, atención, era el director original de la cinta pero no pudo hacerse cargo del proyecto porque estaba acabando otro.

Así que ya ves donde se fueron a juntar los títulos. Vamos que sólo se vive una vez pero coincidencias hay a porrón.

Carmen, QK, Carmencita, Carmela, Soli, Mela, "a menina"... depende! dijo...

"Sólo se vive una vez" no era tmb una canción de Azúcar Moreno?! vale, no es un comentario muy profundo, xo es q estoy de lunes...

Esaque dijo...

Bueno, cada uno sabe lo que tiene metido en su cajón.

Buzzear (ES)