viernes, 1 de febrero de 2008

Esaque y yo

Cuando conocí a Esaque las dos teníamos 23 años. Era mayo y yo aún pagaba la factura del invierno más frío que recuerdo (ese que fue capaz de hacerme llorar y que aún pervive en fase de deshielo en la memoria). Después, la llegada del calor no sirvió más que para acrecentar mi sensación de pesadez y la certeza de que el cielo estaba cada vez más lejos del suelo que pisaba y de la vida que llevaba.

Fue entonces cuando estrené un sentimiento desconocido hasta la fecha. Será más preciso decir que estrené una variación desconocida de un sentimiento conocido. El aleteo de una mariposa el Día de los Enamorados pudo causar el huracán dentro de mí 8 años después.

Y ahí estaba yo, en 2005, en medio de mi tsunami emocional con una ola a cuestas que nunca acababa de romper, acorazada en el interior de un Saxo azul eléctrico consumiendo la energía de reserva por las calles de Madrid, de Sandoval a Pradillo, de Pradillo a Sandoval. Haciendo relectura mental de cada uno de los capítulos de mis errores, incluidos los pies de página y las notas al margen. Llorando cuando podía y conteniendo la respiración cuando no era capaz. Y luego, en la noche, entregada al incompleto abrigo del cine, del cristal medio vacío y de las conversaciones que, sólo en momentos y en compañías muy puntuales, eran capaces de rescatar, no ya quien fui, ni quien era, sino quien quería ser.

A Esaque y a mí nos juntó lo inevitable, y es que somos una prueba, como tantas otras, de que el destino no es más fuerte que la necesidad. Había realidades, más bien una realidad, la mía, que buceaba muy hondo, tan silenciosa que la única forma de oírla era siendo yo. Y como sólo a mí me había tocado el papel de “yo”, sentí por primera vez las verdaderas ganas de salir de mí. Así nació mi relación con Esaque.

Había días que me inundaba un sentimiento de gratitud por su compañía y por su forma de ayudarme a actuar. Había otros que no la soportaba, cuando tenía la impresión de que me pisaba, de que era ella la que respondía mis e-mails o la que llenaba el contenido de mi voz con palabras en las que yo no acababa de creer.

Fue una relación bicéfala que nos mantuvo unidas en el amor y en el odio hacia la otra durante el transcurso de casi 2 años, muy intensos, muy agitados y muy marcados por su presencia y por esa inexplicable necesidad de quererla bien cerca.

Esaque era entonces la versión más ácida, más irónica, más cómica, más temperamental y al mismo tiempo la más trágica de las dos. Esaque se habría pintado el pelo de azul cuando a mí se me hubiera pasado por la cabeza (menos mal que Esaque e idea-de-pelo-azul no coincidieron en ninguna esquina, bar o sala de cine, ahora tendría demasiadas fotos que quemar). Esaque era la que se metía en los túneles aunque supiera que para la mayoría resultaban absurdos. Esaque estaba siempre dispuesta a decir toda la verdad y nada más que la verdad y, en caso de que fuese necesario, también a mentir. Mientras tanto yo aún insistía en perseguir la verdad única, absoluta y necesaria, cual Alicia tras su conejo. Esaque contaba cuentecitos de los que se maquetan con troqueles y ante las horas que nos acreditaban como prófugas de la responsabilidad, ahí estaba yo para dar la cara.

Y es que hay relaciones, como la mía con Esaque, que empiezan por accidente y parecen tener todas las papeletas de la rifa para terminar en bancarrota o, con suerte, en pasajeras. Y esto habría sido así, si no hubiese encontrado un lugar para mí y un espacio para ella.

Hoy por hoy tenemos una relación más justa. No me importa qué tan caro me salió el kilo de Esaque, ahora sé que no me pesa.

6 comentarios:

Feliciti dijo...

Maravillosa ´pasión con la que te entregas a la escritura,me encantó!!

Carmen, QK, Carmencita, Carmela, Soli, Mela, "a menina"... depende! dijo...

Yo conoci a esaque, y creo poder decir q incluso surfeé con ella (o lo intenté al menos, con la mejor de las intenciones), en algunas de las olas de ese tsunami.Mi más sincera admiración por haber sabido llevar el timón en aguas tan agitadas, hasta buen puerto. A ver si esta vez soplan los monzones y te llevan hasta shangai.

celemin dijo...

Vaya nosotros también vivimos algo parecido, algo que empezó hace casi ya tres años...

:-* de Celemín y mios ;-)

Esaque dijo...

Jaja, qué bien entonces no estoy loca, ¿no? Si habemos muchos así al menos será una locura democrática en la que votan dos aunque sólo cuenten por uno. Me alegra teneros por aquí. Besos para cada uno.

Goroka, la mejor de mis sonrisas de bienvenida para ti. Con invitados así una se queda encantada de que lleguen hasta sin avisar. Tú, puedes hacerlo cuando quieras :D

Ay Carmela, qué habría sido de nosotras sin ti y sin ese cariño incondicional que callas pero demuestras. Gracias por soportar conmigo el peso del timón y siento mucho las heridas que te hayan podido doler a ti también.

Lluc Alemany dijo...

Paolina, todos tenemos un esaque al lado y, normalmente, es agradable. Así tienes a quien echarle las culpas de según que cosas o sonreir por algo que has hecho bien sin pensar que eras capaz.

Un beso grande grande guapísima.

Error dijo...

Me gusta Esaque casi tanto como tú porque pisa fuerte, haciendo ruido de tacones aunque no los lleve.
Aunque en realidad siempre ha sido muy tuyo lo de trocotrear.

Buzzear (ES)